


Málaga registra 150 casos de anorexia y bulimia al año
Éste es el testimonio de Elena, una malagueña de 27 años, que se parapeta tras un nombre ficticio para poder desahogarse sin reparos. Está dolida y preocupada. Pero no está sola. Como ella, otros 200 jóvenes son tratados por sufrir trastornos alimenticios como la anorexia o la bulimia nerviosas en las Unidades de Salud Mental Infantil y Juvenil (Usmij) de los dos hospitales públicos de la provincia.
Y no están todos los que son. Muchos reciben ayuda en centros privados como el Centro Abb, en la urbanización Los Álamos de Torremolinos, o asociativos, como las terapias de autoayuda que ofrece el colectivo de familiares afectados Adaner. Sólo el año pasado, se diagnosticaron 120 nuevos casos en los hospitales Carlos Haya y Clínico Universitario.
Por suerte, las cifras de nuevos diagnósticos no han dejado de caer desde 1999, como apunta el jefe de sección de la Usmij del Carlos Haya, Manuel Herrera. Ese año hubo 112 casos nuevos en el Carlos Haya, mientras que el pasado apenas sumaron 50.
No obstante, todos los datos no son halagüeños: Málaga es la provincia andaluza con más menores de edad con trastornos alimenticios, con 138 en tratamiento, que suponen el 22 por ciento de los 608 casos contabilizados en la comunidad autónoma.
La edad de adolescentes tocados por los efectos perversos de los modelos de extrema delgadez dominantes sigue cayendo y ya llegan con 9 y 10 años. Alberto Espina, jefe de la Usmij del Hospital Clínico, ubicada en el Hospital marítimo de Torremolinos, admite que ha llegado a tratar a una niña de 7 años con un cuadro acentuado de bulimia nerviosa.
También hay muchas niñas y mujeres que esconden la enfermedad, incluso a sí mismas, durante años. Hasta las consultas cada vez llegan más mujeres de entre 30 y 40 años que desarrollaron la enfermedad en la adolescencia, como explica la psicóloga de Adaner Sara Herrera.
Algo parecido le ha ocurrido a Elena, que empezó a obsesionarse con la comida a los 18 años y no ha empezado a tratarse, en el centro abb, hasta hace tres meses, con 27. En este tiempo, ha pasado por todo. "Empecé alternando grandes atracones con días de dieta severa o ayunos; te metes en una dinámica en la que empiezas a perder peso, pero nunca lo ves suficiente, nunca estás satisfecha, siempre quieres más y más; te tocas las clavículas y los huesos constantemente para comprobar que se te notan".
Ella reconoce que no hay un momento de inflexión, que nunca se admite del todo que se te ha ido de las manos: "Yo sabía que tenía un problema de obsesión con la comida, pero es algo que te va absorbiendo poco a poco", dice.
Algunas de las prácticas empleadas por Elena se repiten como un calco en la mayoría de chicas con trastornos: "Yo almorzaba a las diez de la mañana una pieza de fruta y no volvía a comer en todo el día o lo preparaba todo para que mi madre creyera que había comido, cuando lo había tirado todo por el retrete. Esto último, mucho, muchas veces. Después te sientes culpable y te hinchas de llorar".
Elena también responde como una terrible premonición a un perfil de chica especialmente vulnerable a este tipo de enfermedad: buena estudiante, coqueta y muy exigente. Terminó la carrera en Madrid y reconoce que siempre le ha gustado cuidarse. Todo, con una obsesión extrema, hasta la perfección.
¿Pero todos los trastornos alimenticios son iguales? ¿Qué diferencias hay entre ellos? Manuel Herrera, jefe de la Usmij de Carlos Haya, explica que hay muchas variedades, aunque dos son las dominantes: el 80 por ciento responde a un cuadro mixto de anorexia y bulimia y es lo que más ha aumentado en los últimos años. "Empiezan con restricciones de comida, luego pasan a una etapa de estabilidad y siguen con períodos de grandes atracones y vómitos". El otro 20 por ciento son los casos más graves y suelen ir asociados a trastornos de personalidad. Éstos son más difíciles de curar. Herrera confirma que la mayoría es mujer que cae en la enfermedad en la adolescencia. "De repente se encuentran con un cuerpo que empieza a engordar, que se constituye como femenino engordando".
Pese a la gravedad de la enfermedad, Herrera es optimista: el 80 por ciento se cura en menos de un año, aunque el resto tiene tendencia a hacerse crónico. Y advierte: es vital una detección precoz.
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